sábado, 10 de octubre de 2020

Capítulo 23

 




Mac se levanta de su cama totalmente desnudo y sofocado.

--Elizabeth --dice con angustia.

Siente que está pasando algo malo con su amada. Mira al teléfono:

--¿¿¡qué te pasa?¿qué te pasa?¿qué te está pasando?

El guapísimo modelo tiene tentaciones de llamarla.

--¡no... No¡¡

Cuando piensa en Elizabeth piensa en Joe, siente sus labios, su dolor. LLora con angustia. Se asoma al balcón, siente que se ahoga. Mira hacia el cielo. Piensa en los momentos de amor que ha vivido con ella, también en el entierro de su hermano, en cómo ella lo borró de su vida:

--Así tiene que ser, a lo mejor este es el castigo por haberla abandonado de aquella manera en su primera vez.

LLora abatido:

--tenía tanto miedo a enamorarme que la eché de mi vida como si no valiera nada y ahora este es mi peor castigo, amarla como la amo y saber que nunca va a ser mía.







Elizabeth y Sebastián están el uno en brazos del otro entre besos y caricias. Desnuda en sus brazos se siente feliz. Los dos se miran y sonríen.

--¿¿cómo te sientes? --le pregunta él acariciándola con dulzura.

Ella está de espalda a él, dentro del desnudo cuerpo del guapísimo torero. Él la besa en el cuello.

--Feliz, es increible pero  creía que este infierno en el que se ha convertido mi vida no tenía fin y ahora me siento tan feliz.

Sebastián sonríe con orgullo:

--me alegro mucho aunque no me gustaria pensar que sólo soy una aventura, que...

Ella se da la vuelta para mirarlo y lo besa en los labios. Ante la atenta mirada de él ella le dice:

--tú siempre has sido especial para mí nunca sería sólo una aventura. Te lo juro. Me gustaste desde el primer día que te vi... aquel día en la plaza de toro.

Él sonríe tímido pensando en aquel bochorno:

--sabes aún tengo ese traje guardado.

--¿en serio?

--sí, siempre me recuerda a ti.

--¡no te creo¡

Los dos se miran divertidos:

--si no hubiera sido por ese accidente no te habría fijado en mí. Me di cuenta que ni me miraste hasta que te enseñé las pelotas.

Ella se lleva las manos a la cara con vergüenza:

--¡que pena contigo¡ pensarías que soy una depravada.

Él la mira seductor y dice con cierta ironia:

--pensé que estoy muy bueno y te gusté mucho.

Ella le da un golpe en el brazo, los dos bromean mucho.

--nunca me sentí tan deseado y me gustó.

Ella lo mira con deseo, lo acaricia en los labios:

--conocerte fue lo mejor que me podía pasar, eres mi mejor bálsamo, mi mejor medicina.

Él sonríe:

--te amo tanto.

Él la besa y ella responde. Después de un apasionado beso él la nota tensa. Ella apoya su cabeza en el pecho de él. Él le acaricia su melena rubia:

--¿qué es lo que te ocurre?

Ella le besa el pecho. Lo desea pero no lo ama.

--es que no quiero hacerte daño... yo...

Con mucha dulzura y pese que no se miran a los ojos (ella sigue con la cabeza en el bello pecho desnudo de él) él le pone la mano en los labios para que no siga hablando:

--no te preocupes por mí, preocupate por ser feliz, yo sé que no me amas. Mi prioridad es que seas feliz, el resto no me importa y que no te importe a ti.

Los dos se quedan un rato en silencio. Ella apoyada en el pecho de él y él acariciando los cabellos de ella.

--¿te puedo hacer una pregunta? --ella.

--si claro, todas las preguntas del mundo. ¿Qué es lo que quieres saber?

--¿en serio tienes guardado el traje de ese día?

Él se ríe.

--claro... ¿porqué te extraña?

--No sé... es raro que quieras recordarlo.

Él le levanta la cabeza para que lo miren:

--gracias a eso te conocí y ese día gracias a eso hice el amor con la mujer más hermosa de la plaza.

Elizabeth se ruboriza.

--me comporté como una cualquiera.

--No, te comportaste como una mujer que se juega por lo que quiere. Eso es lo que me gusta de ti.

Se besan apasionadamente. Él la mira pícaro.

--¿qué me das si es cierto que tengo guardado el traje?

--No sé....

--¿pasarías la noche conmigo? Toda la noche...

--si pero...

Él no la deja seguir:

--espera...

Se levanta totalmente desnudo, ella le pellizca el trasero con deseo. Él le manda un beso. Se acerca al armario. Ella está muy sorprendida.

--¡no puede ser¡

Él le hace gestos de que espere y le saca ese traje. Le enseña el roto:

--es el mismo, lo puedes comprobar en las fotos...

Elizabeth se levanta totalmente desnudo, los dos se abrazan.

--perdiste la apuesta.

--así es...

Los dos se besan muy apasionadamente, muy divertidos.

--ahora te tendrás que pasar toda la noche conmigo...

--pensaba hacerlo igual, no me iría nunca de tu lado.

--pues no lo hagas.

--tú te vas en dos días.

--tú te puedes venir conmigo.

--¿qué?

--Es mentira que vine sólo de visita, mi intención es que te vengas conmigo¿no te gustaría recorrer todas las mejores plazas de este bello continente conmigo? No tienes que venir a verme si quieres, puedes esperarme al hotel.

--sería bonito huir contigo, huir de este dolor pero no puedo ser egoista abandonar a mi padre, a mi abuelo.

--debes pensar en ti, aunque no te quiero presionar.

--tú eres un ángel y la verdad es que me da pena que te vayas,  después de estas maravillosas horas no puedo imaginarme sin ti.

--¿y entonces?

--Es que es muy precipitado.

Él le habla con ansiedad:

--es que no te estoy pidiendo que seas mi esposa, mi novia, ni nada... Simplemente que me acompañes como amigo, como amante... como lo que quieras...

A ella le gusta estar con ese chico y sin pensarlo le diría que sí pero quiere estar segura que ninguno de los dos saldría lastimado de eso.

--deja que lo piense...

Él es muy mimosón, la tira sobre la cama. La va besando en el cuello, los senos:

--tenemos toda la noche...

Los dos se funden en un sólo cuerpo unidos en la pasión.










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